Hacia 1930 todos quisieron ser Francesc Cambó. Autentico protagonista de la vida política española, fue el más relevante y moderno de los regeneracionistas, el más influyente dirigente del catalanismo emergente, un parlamentario brillante y documentado, un ministro eficaz e innovador y un escritor político con una verdadera competencia intelectual e histórica. Su ambición le llevó a imaginar una reforma y modernización del estado compatible con la existencia de una plena autonomía catalana. Los derroteros históricos le impidieron coronar aquellas grandes transformaciones: no pudo ser ni Bismarck en Madrid, ni Bolívar en Cataluña y acabó apoyando, desde el exilio, el triunfo del franquismo. Este importante y contradictorio papel político convivía con una ajetreada y exitosa vida personal y profesional. De la primera destaca tanto su tendencia a rodearse de intelectuales a su servicio, como una vida amorosa alejada de las normas morales de la burguesía conservadora y católica. De la segunda sobresale su conversión en un importante hombre de negocios internacional, cuya enorme fortuna, lograda por procedimientos no siempre claros, le permitió ejercer de gran mecenas cultural, donar importantes cuadros al Museo del Prado y al MNAC, financiar l