Crónicas De Jean Froissart

Autor:
Paulo Nogueira Santiago
Editorial:
Trivium
ISBN
9788494771927
Idioma
Gallego
Publicado
2017
Nº de páginas
62
Formato
Rústica
15,00€

Hegel sostuvo que el búho de Minerva eleva su vuelo en el crepúsculo. Muchas veces, las formas de conocimiento más acabadas se desarrollan cuando su objeto de estudio ya ha comenzado a perder vigencia. En este sentido, no es extraño que las Crónicas de Jean Froissart, quizás una de las mejores fuentes para aproximarnos al ideal caballeresco, hayan sido escritas ya avanzada la serie de conflictos llamada Guerra de los Cien Años, período en el cual fueron puestas en jaque las formas caballerescas de guerrear y en entredicho el propio ideal caballeresco. Quizás, la labor de Froissart se encontraba motivada por la idea de rescatar los valores de un mundo cuya magnificencia pudo apreciar en su juventud. Así, el mismo prólogo de la obra contiene un llamado a los jóvenes a hacerse parte del mundo de la caballería y a alcanzar, mediante el camino de las armas, la fama que da la proeza. Estas orientaciones pueden ser explicadas, en parte, por la biografía del autor. Si bien Jean Froissart (1337-1410) desarrolló, en forma interrumpida, la carrera eclesiástica, era un hombre de corte antes que un religioso. Protegido de Jean Beaumont en Francia, viajó a Inglaterra, donde se puso a las órdenes de la sobrina de su protector, Philippa de Hainaut, esposa del rey Eduardo III. A ella presentó una primitiva versión de sus Crónicas, hacia comienzos de la década de 1360, transformándose en una suerte de cronista oficial de la corte. Como protegido de la familia real inglesa, viajó por gran parte de Europa, relacionándose con poderosos y connotados personajes llegando a tratar incluso con Petrarca. En este período se prendó de la magnificencia de la corte de Eduardo III, un consciente cultor de la estética y valores caballerescos. Incluso llegó a escribir una novela de caballería de inspiración artúrica, titulada Meliador. Tras la muerte de Philippa, su protectora, volvió a Francia, desempeñándose como canónigo y tesorero de Chimay. Murió, seguramente, entre los años 1404 y 1414.