El fin del mundo puede esperar

Un joven cualquiera, buena persona, algo atolondrado pero con gran corazón, adquiere superpoderes de forma accidental y decide utilizarlos para hacer el bien. Patty, la compañera de piso de Makiman, tiene un problema y necesita dinero para resolverlo. Dispuesto a ayudarla, él se presentará voluntario para participar en un programa experimental de un laboratorio a cambio de una determinada suma. Su generosidad, el deseo sincero de ayudar a Patty, se revelará pronto como una decisión imprudente y arriesgada, pues los efectos secundarios de las pastillas que tiene que tomar se desconocen. Los primeros resultados del tratamiento al que se somete no se harán esperar, y Makiman sufrirá algunos cambios de consecuencias sorprendentes, que generarán situaciones desternillantes pero también peligrosas.